miércoles, 5 de mayo de 2010

Lila

Empecé a escribir esto... si gusta lo terminaré.






-Comienza diciendo tu nombre- Dijo Ramón con seguridad.

-¿Mi...mi... nombre?- Dude un momento y di la espalda a toda la gente que estaba en la habitación.

Ramón furioso tomo mi brazo, acerco su rostro a el mío, y dijo en voz baja -Di tu nombre ¿que no has entendido?-

Intente decirlo, pero los labios me temblaban con rapidez, impidiendo la articulación de más de una sílaba seguida.

-¡Dilo ya!- Insistía Ramón, quien cada vez apretaba más mi brazo.

-Yo.. yo...

-¡Dilo ya! por un maldito carajo

-Li...Li... Lila

Ramón soltó mi brazo y comenzó a reír.

-Niña, ya déjate de estupideces- Viró su cuerpo hacia el mío y apretó fuertemente mi mandíbula con una mano. -Tu sabes bien que al entrar a esta casa debes de tener los huevos para aguantar.

El dolor provocado por la presión en mi mandíbula era casi insoportable, Ramón aumentaba la fuerza sobre ella cada segundo, hasta que un ligero chasquido se escuchó. Ramón abrió lentamente su mano para liberarme, me abrazó tiernamente y con ternura murmuró

-Esto es lo menos que te pasará aquí.-

Ramón se alejó unos metros de mi, me señaló y de inmediato un grupo de hombres de la habitación se acercaron amenazantemente. Retrocedí, pero la pared impidió que diera mas de dos pasos. Los hombres me sujetaron, cualquier tipo de resistencia no valdría la pena. Comenzaron a llevarme hacia otra habitación.

Ramón comenzó a reír escandalosamente, interrumpido solo por sus mismas palabras

-¡Lila, tu peor decisión fue entrar a esta casa!