lunes, 19 de abril de 2010

El mejor día

Las nubladas calles de la ciudad me atrapaban en aquella aventura. Solo estábamos tu y yo. Agarre tu mano con fuerza y corrí hacia aquel solitario callejón, quería que ese fuera nuestro momento, nada de clichés ni de sábanas de seda cubrirían nuestros cuerpos amándose. Acaricie tu rostro con suavidad y lentamente mis labios se apoderaron de los tuyos. Tus labios se movían temerosos, pero no me importó, no quería dejar de besarte.
Una tenue e inesperada lluvia comenzó a empapar nuestra ropa, la cual dejamos a un lado para sentir como las gotas rociaban nuestra piel. Comenzaste a temblar cuando apasionadamente toque tu espalda, me detuve y mire a tus ojos tratando de comprender lo que pasaba. Tomaste mis manos, y sin esperar mi pregunta murmuraste un te amo. Cualquier palabra que te dijese seria innecesaria. Mordí tus labios, y en aquel callejón solitario mi cuerpo gritó sobre el tuyo: también te amo.